miércoles, 16 de julio de 2008

RESENA BIOGRAFICA DE ROSALINO MONTAÑO ARMIJOS

ROSALINO MONTANO ARMIJOS, nace en Urdaneta, Cantón Saraguro, provincia de Loja el 2 de septiembre de 1907, dentro del generoso y sencillo hogar formado por Mariano Montaño Alvarado y Natividad Armijos Samaniego. Desde su tierna edad, al cálido cobijo de sus padres, se dedica a las tareas propias del campo, recorriendo toda la campiña del sector norte y noroccidental del Cantón Saraguro, como también la parte suroriental de la Patria.

A pesar de la humilde situación económica de sus padres y las limitaciones de todo tipo de recursos económicos, recibe una distinguida educación básica con los Hermanos Cristianos, llamados Lasallanos, en la cabecera cantonal, por ello toda la vida repitió que en su pobreza material supo alcanzar una riqueza espiritual con las sabias enseñanzas de los Hermanos, que le habían inducido en los valores éticos y morales, constituyendo la brújula de sus actos.

Desde muy joven, según sus contemporáneos y amigos, demuestra una personalidad de líder, don de caballero, don de gente, espíritu bohemio y sonador, lo que le convierte en una persona noble, leal y amigo hasta la máxima expresión de la palabra. Hablaba con naturalidad, gracia y dignidad, siempre enorgulleciéndose de su tierra, de su campo.

Llevaba en su corazón la música, su timbre de voz en el canto bien podía ser envidia de cualquier tenor del mundo. Cuando elevaba su voz, especialmente en sus rezos, se podía escuchar a gran distancia.

Amaba su tierra, la bendecía todos los días, era un campesino de alma y corazón puros, nunca dejó anidar en su corazón sentimientos de dolor, envida o tristeza. Enfrentaba las adversidades con cháchara, burla y chiste; su rostro dibujaba siempre una ancha y profunda sonrisa que le salía del alma y del corazón.

Lo repetía siempre y se sentía orgulloso de haber sido arriero, es decir un caminante de campo abierto, de peón arriero de ganado ajeno, enfilaba el hato por los escarpados chaquiñanes del pajonal hasta llegar a las pampas tropicales y embarcarlo en Puerto Bolívar con destino al camal municipal de Guayaquil.

Cuando se lee y se escucha la música de Atahualpa Yupanqui, se puede entender lo que es un ARRIERO, cuando en su poesía y su verso hecho canción dice “Por las arenas bailan los remolinos, el sol juega en el brillo del pajonal, y arrimado a la tropa por esos cerros, el arriero va, el arriero va“.

En medio de los lamentos y penas de su madre que siempre anhelaba tener a todos sus hijos a su alrededor, a la edad de 18 anos parte a trabajar en las minas de oro de Portovelo, donde al inicio desempeña actividades de simple minero, de un jornalero más en la multifacética actividad minera. Luego por su entrega responsable al trabajo y liderazgo es ascendido a Jefe de Maquinistas, que seguramente representaba la responsabilidad del manejo de personal que operaban gigantescas máquinas trituradoras de roca.

Estas minas de propiedad de la compañía SOUTH AMERICAN DEVELOPMENT COMPANY (SADCO) fueron explotadas por más de veinte y siete años (1916-1943) por los norteamericanos, y han merecido la rememoración de Angel Felicísimo Rojas, en su libro titulado CURIPAMBA, para revelar el sudor, las lágrimas y la muerte de los mineros de este infierno creado en nuestra Patria, donde muchos entraron y muy pocos salieron.

Luego de permanecer por más de veinte años en SADCO retorna a su tierra (Urdaneta) y en 1942 forma su hogar, al desposarse con Macrina Armijos Salinas, hija de un distinguido hogar de San Antonio de Cumbe, formado por Isauro Armijos y María del Tránsito Salinas.

Se radica en Urdaneta, luego de adquirir una parcela de tierra en el sector de Villa Carreño, pequeña finquita que fue adquirida a su tío Abel Armijos Alvarado.
Como un hombre responsable en su nuevo estado, se dedica de lleno a su tierra, con consciente amor a la madre naturaleza, imprimiendo equilibrio entre las plantas del cerro y los sembríos propios del sector.

Procrea con su esposa ocho hijos que actualmente viven en diferentes lugares de la Patria, ellos son: Oswaldo, Gilbert, Mariano, Marlene, Emérita, Ruperto, María Edita y Jairo.

Rosalino Montaño alternó el servicio público con la agricultura, aunque esta fue la actividad de su pasión. La madre tierra era su veneración. Cuando empezaba a labrar la tierra y esparcir la simiente siempre elevaba al cielo una oración para pedir a Dios que la haga germinar y fructificar.

Vivía la filosofía de sembrador, de un ESENIO puro, decía que el constructor una vez que termina su obra, concluye su misión y ya no tiene más que hacer hasta cuando otra empiece, en cambio el agricultor, el sembrador, se mantiene en una lucha permanente contra la inclemencia del tiempo, los áridos veranos, los fríos inviernos, los fuertes vientos y si la cosecha no le es propicia emprende nuevamente la siembra, por lo que el sembrador nunca termina y permanece en incesante comunión con la tierra.

En su vida también fue un ardiente defensor de las causas justas y apasionado político, que militó en el Partido Liberal, nombrando con reverencia al viejo luchador, don Eloy Alfaro, a quien colocaba como ejemplo de lucha y tenacidad en pro de una Patria libre y hermosa.

En varias ocasiones se desempeñó como Teniente Político de Urdaneta, correspondiendo su primera gestión al período 30 de agosto de 1945 y 21 de mayo de 1949, segundo al 16 de septiembre de 1951 y 6 de noviembre del 52, tercero al 27 de mayo de 1958 y 30 de noviembre de 1959, cuarto al 20 de mayo de 1966 y 30 de junio de 1968, y quinto último al 1 de mayo de 1976 y 1 de noviembre de 1979.

Ejerció también la función de Concejal del Cantón Saraguro, al ser elegido por el pueblo, entre 1958 y 1960, acompañando al señor Fernando Ordóñez, Presidente del Concejo Cantonal de Saraguro.

Se le encargó además en alguna ocasión la Comisaría Nacional. En todas estas funciones sentó huellas de amante de la ley y la justicia, aplicada a su misma familia. Con esta ética, en cierta ocasión, no tuvo el menor empacho en meter a la cárcel a dos de sus hermanas, por la mera denuncia de un vecino de que le habían sustraído unos manojos de yerba para sus cuyes; fue implacable y como sus hermanas no podían reparar este daño por falta de recursos, él mismo les facilitó el dinero para pagar el perjuicio y devolverles la libertad.

Su honorabilidad y pasión por la justicia le llevaban a perseguir personalmente a los abigeos. En cierta ocasión, con sospechas a unos desconocidos que conducían una recua de mulas y caballos por el camino real, los persigue por los cerros de Carboncillo hasta arrestarlos, armado de un simple machete y lazo. Se cuenta que estos malhechores al verse sorprendidos por un solo hombre y recuperados de su espanto le disparan a quemarropa, no logrando su objetivo de matarlo, porque con agilidad de felino logra desarmarlos y apresarlos, consignando los animales y armas a las autoridades de justicia de Loja, donde con toda seguridad se esfumaron en los recovecos de la burocracia judicial.

Fue un verdadero Quijote. Quería que brote un mundo nuevo, un mundo de igualdad, de fraternidad, de justicia social, por lo que no paraba en embestir con su espada a los molinos de viento. Siempre salía mal parado de estas hazañas, por lo que su mujer, sus familiares y amigos, en constante zozobra, le decían EL LOCO. Se sentía orgulloso de ese apelativo y replicaba que gracias a estos locos el mundo mejoraba; decía que Jesucristo fue un loco, que Eloy Alfaro fue un loco y que en su actualidad, Velasco Ibarra, era un loco.

Soñaba imaginando a su pueblo próspero y grandioso, y en este empeño utópico nunca desmayó un solo instante; siempre se colocaba al frente de toda obra social que representaba progreso; si se requería abrir caminos ahí estaba, dando ejemplo con su barreta o su lampa; que había que reparar la casa comunal, llamada la casa de Gobierno, ahí estaba; que había que cambiar el tejado de la Iglesia, ahí estaba subiendo primero las escaleras; que por decisión del Cura Párroco y varios habitantes había que derrocar la Iglesia, ahí estaba él, solo, deteniendo esa barbarie; ahí estaba promoviendo las mingas con su grito de gigante que se escuchaba a kilómetros de distancia; ahí estaba arengando a su pueblo para realizar las obras; nunca desmayaba; jamás se lo veía cansado, al contrario, con su sonrisa plena, con sus bromas y chistes lo llenaba todo; asumió un inagotable liderazgo, haciendo su época, que perdura en los corazones de todo un pueblo que le secundó en las buenas y en las malas.

Sufrió persecuciones por su indeclinable lucha de idealista, por defender a su gente de abusivos guardias de estancos que atropellaban todos los derechos humanos, por protestar enérgicamente los atropellos criminales a su gente; fue detenido y conducido a prisión, pero a los pocos días, bajo libertad condicional, estaba de nuevo libre y al frente de sus luchas; se vanagloriaba de la cantidad de juicios que le seguían y decía que eso era parte de su vida y de su lucha.

Desde 1981 se radica en la ciudad de Loja donde transcurren sus últimos años al calor y cariño de su esposa e hijos; allí se dedica a evocar su agitada vida al tiempo que continúa realizando su labor social y gremial, llegando a pertenecer y formar parte de la directiva de la Asociación de Jubilados.

Fallece en la ciudad de Loja el 26 de mayo de 1996. Desaparece el hombre, se desagregan sus átomos y sus componentes físicos y químicos, pero sobrevive su semilla y su recuerdo. Los hombres nunca desaparecen cuando mueren, sino cuando han sido olvidados. Los que en su peregrinaje por este mundo esparcen semillas fecundas, nunca mueren.

1 comentario:

Nixon Maldonado Montaño dijo...

Oswaldo.
Le felicito por una bibliografía escrita con amor, verdad y sobre todo la huella que ha dejado a las nuevas generaciones. De la cual me siento muy honrado de haber vivido y compartido las experiencias de un Tío abuelo. Qué disfrutamos mi familia de todos sus conocimientos.

Siempre lo consideramos un Abuelo y quien en su momento supo darme un consejo sano, una huella que veo día a día con alegría. Sé que Dios le tiene en su gloria y de arriba nos estará mirando muy orgullosos de su familia.

Un abraso y muy bonito el artículo.

Saludos.

Nixon